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Editorial

Costa de Marfil: de una descolonización lenta a una rápida ”desconexión”


publicado por: Joaquín Mbomio Bacheng el 10/12/2004 02:29:09 CET

Muchos intelectuales africanos que abogan por la opción alternativa de ”desconexión” del continente africano, como Celestino Okenve en Guinea, siguen muy de cerca la revuelta poscolonial que se vive esos días en el territorio marfileño.
”Vitrina” de Francia en Africa, Costa de Marfil ha sido considerado durante mucho tiempo como uno de los paises más estables del continente negro, con una economía boyante que ha hecho de este territorio un polo de gravitación regional de primer plano, primer peso pesado de la zona del Franco CFA. Si para muchos observadores la reelección de Georges W. Buhs en Estados Unidos, tras superar el síndrome Aznar en España, ha sido el mayor evento del año que termina, no pocos analistas destacan que la ”batalla de Abidjan” ha sido la tónica general de la crónica internacional de 2004. Nadie duda de que después de Costa de Marfil, en la lógica mecánica de la ”desconexión”, entra en línea de mira el inmenso y rico territorio gabonés, segundo espacio de máxima explotación económica de Francia en Africa.

LA ACTUALIDAD
Arde Abidjan. Y quizás también París. La ministra de defensa del país galo, Michelle Aliot-Marie, una vasca de San Juan de Luz, cerca de Bayona, acaba de reconocer oficialmente que las tropas francesas estacionadas en Costa de Marfil abrieron fuego contra manifestantes marfileños el 9 de noviembre, frente al hotel Ivoire, causando no menos de 20 víctimas mortales. Las autoridades marfileñas contaron 65 muertos, mientras el general Henri Poncet, jefe de las tropas francesas en Abidjan (operación Licorne) justifica esas matanzas invocando la legítima defensa.
Por segunda vez, en menos de dos meses, el presidente surafricano, Thabo Mbeki, emisario de la Unión Africana (UA) visita el país marfileño en misión de buena voluntad, no sólo como mediador entre el gobierno legítimo del presidente electo Laurent Gbagbo y los rebeldes coaligados en la llamada ”Fuerzas Nuevas”, sino también para proclamar el cese de las hostilidades en el nuevo frente que se ha abierto entre París y Yamusokro. Este frente cayó del cielo, a principios de noviembre, con el bombardeo de la aviación gubernamental contra las posiciones de los rebeldes en el norte del país, Buaké, sede de la rebelión, y Korhogo, otra ciudad importante. Los aviones marfileños, dos bombarderos Sukhoi-25, pilotados por bielorusos y guiados por un sofisticado sistema de navegación de combate manipulado por técnicos judíos de Israel, machacaron las posiciones nordistas durante varios días. El 5 de noviembre, uno de los Sukhoi-25 envió una bomba que causó la muerte de 9 soldados franceses y un agente americano que se encontraban acuartelados en el instituto Descartes de Buaké. Dos días después la aviación francesa, en represalia, mediante una patrulla de Mirage F1, estacionada en la base General de Gaulle de Libreville (Gabon), destruía los dos bombarderos marfileños y otros aparatos cuando se encontraban estacionados en la base de Yamusokro. Esta ofensiva francesa desata una oleada de protesta en la población africana, reprimida por los soldados galos de la operación Licorne que ocupan lugares estratégicos en el país marfileño mientras proceden a la evacuación de sus ciudadanos.

El mes de noviembre se caracterizó con varios enfrentamientos entre soldados franceses y la población marfileña. Hubo incluso breves escaramuzas entre tropas galas y el ejército de Costa de marfil. Muchos franceses que huyeron precipitadamente del país africano empiezan de nuevo a regresar a Costa de Marfil. No obstante, todos los protagonista, franceses y marfileños, saben ya que una página de la historia se cierra, la del neocolonialismo galo en Africa negra, otra se abre, la de la ”desconexión” y la consolidación de un proyecto de Estado africano y africanista en las ex colonias del continente.

LA HISTORIA
Costa de Marfil forma parte natural de la zona que en el siglo XIX los comerciantes ingleses llamaron ”Gold Coast” (Costa de Oro, hoy Ghana) por su extraordinaria riqueza. Para los franceses, esta próspera región fue un fructuoso ”comptoir” (factoria) durante varios siglos de comercio de esclavos negros y trata trasatlántica. Después del periodo de esclavitud seguirá la era colonial. Costa de Marfil es una de las zonas africanas donde el colonialismo francés, como los belgas en el Congo, ha dejado impreso en la memoria colectiva la ideología de la pretendida superioridad racial del hombre blanco. Tanto es así que, en 1960, en los albores de la libertad africana, el líder independentista del país, Felix Houphouët Boigny, utiliza esa reliquia colonial como una verdad revelada y negocia con Francia una independencia estrechamente vinculada a la ”comunidad francófona”, desbancando a su homólogo ghanés, Nkrumah, en el liderato panafricano y neutralizando al mismo tiempo el proyecto de unión africana reclamado por los demás líderes nacionalistas. Para el primer presidente de Costa de Marfil, la madre patria no es Africa sino Francia. Desde 1960 Houphouët Boigny será la ”cheville ouvirière” (una especie de Pasionaria) del proyecto neocolonial francés en Africa. Apoyará la secesión de katanga con homenajes a Tshombe, empujado por Francia. Aplaudirá la muerte de Lumumba. Ayudará al movimiento separatista biafreño, siguiendo las órdenes de París. Servirá de puente entre Occidente y el régimen de apartheid instalado en Africa del Sur. En su palacio, el sudafricano Botha se sentirá como ”en su casa”. Fomentará el asesinato de Thomas Sankara en Burkina Faso, el 15 de octubre de 1987, junto a sus cómplices, Blaise Compaoré, el actual presidente burkinabé y François Mitterrand, entonces jefe de Estado galo. Durante su presidencia, 1960 - 1993, Costa de Marfil es, estructuralmente, una colonia francesa, el jefe de Estado siendo una especie de Gerente Apoderado que administra los bienes de la finca.

Costa de Marfil es una inmensa plantación de cacao, el propietario es Francia. Los guineanos que han vivido en Gabon conocen perfectamente este curioso régimen de independencia. A manera de homenaje, el actual jefe de Estado galo, Jacques Chirac, en visita oficial a Abidjan en 1986, proclama públicamente que ”Africa no tiene madurez para la democracia”. Pocos meses antes de su muerte, en 1993, en una clínica de Ginebra, ”Le Vieux” (el viejo), Houpouët Boigny, cuya riqueza personal ya superaba la deuda de su país, acuña una nueva ideología: ”la Françafrique”, la unión ”ad vitam” de Francia y Africa.


EL CONTEXTO
La Françafrique será el nuevo credo de París en Africa, pero no la herencia de Houpouët en Abidjan. Su sucesor, Henri Konan Bedié, hasta entonces presidente de la asamblea, tendrá que rescatar el poder de las manos del último Primer ministro de ”le Vieux” muerto, Alassane Uatara, un tecnócrata ambicioso de origen burkinabé que recomendaron a Houpouët en sus años de agonía. Uatara, musulmán no practicante, casado con una judía, goza de la simpatía de las poderosas instituciones internacionales y norteamericanas.
Inquieto, Bedié, que se ha apoderado también del partido gubernamental PDCI (Parti Démocratique de la Côte d´Ivoire, Partido Democrático de Costa de Marfil) intenta eliminar a Uattara del escenario político evocando su origen burkinabé, de cara a la elección presidencial de 2000. En 1999, un año antes de las presidenciales, el poder desencadena una ola de persecución contra el partido de Uatara, el RDR (Rassemblement des Républicains, Unión de los Republicanos) lo cual aprovecha este último para desestabilizar a Bedié, mediante su influencia en las organizaciones financieras, Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial. En diciembre de 1999, Costa de Marfil presenta una factura financiera inabordable, lo cual repercute drásticamente en la situación social del país desencadenando un descontento general, particularmente en la casta militar. En diciembre de 1999, Robert Gueï, general que había servido a ”le Vieux” y a Uatara, cesado por Bedié a su llegada en 1993, toma su revancha. Gueï, que es también miembro del ejercito francés, hace su pronunciamiento, al estilo del general Mola, pero con la bendición de París. Gueï promete, como le ordenan desde el Eliseo (sede de la jefatura del Estado galo) elecciones presidenciales en 2000, como estaba previsto en la agenda del depuesto presidente Bedié. Como Bedié, Gueï también tendrá miedo del inevitable Uatara, quien ha salido políticamente victorioso de la caída del sucesor inmediato de Houpouët. El general utiliza entonces el mismo argumento que Bedié, excluyendo de nuevo al cada vez más impaciente Uatara de la competición política. En las elecciones presidenciales de 2000, Gueï, siempre en conformidad con París, acepta como único contrincante al hasta entonces eterno opositor, Laurent Gbagbo. El poder piensa que Gbagbo sigue siendo un hombre sin experiencia de poder, por tanto frágil. Sin embargo la realidad es diferente.

Gbagbo es un brillante intelectual, líder del FPI(Front Populaire Ivoirien, Frente Popular de Costa de Marfil) única formación que durante decenios ha combatido no solo a la dictadura de ”le Vieux” sino también al humillante estatuto pseudoindependentista de Costa de Marfil. Muy amigo de los socialistas franceses y casado con una marfileña universitaria, que es en realidad una de las principales mentes pensantes de la ”revolución cultural” que se descubre hoy en Costa de Marfil, Gbagbo desarrolla una campaña eficaz durante las presidenciales y crea la sorpresa superando con creces al general. El éxito de Gbagbo ha sido la elaboración de un nuevo pacto nacional articulado entorno a un proyecto de Estado africano, soberano y justo.

LA DESCONEXION
Poco después de su elección, Laurent Gbagbo, consciente de la situación desastrosa del país, multiplica iniciativas de reactivación de la vida nacional en todos los sectores. Asocia, en su primer gobierno, a las demás fuerzas políticas, excepto al PDCI, el antiguo partido único que tanto le había golpeado durante más de dos decenios. Acepta la derrota de su formación en las elecciones municipales siguientes y, en diciembre de 2001, organiza un encuentro cumbre de reconciliación nacional con los otros tres líderes nacionales, los dos ex-presidentes Konan Bedié y Robert Gueï, y el antiguo Primer ministro Alasane Uatara. Se trata de elaborar un pacto fraternal de convivencia y respeto mutuo sin necesidad de ir a preguntar a París de lo que se debe hacer en Yamusokro.

Nbagbo ataca al sector económico con la supresión de contratos inútiles y costosos con firmas francesas y abre negociaciones con empresas chinas y japonesas con precios asequibles. Esta nueva política arroja sus primeros resultados, en 2002, el PIB (producto interior bruto) que era del orden de 2,3% en tiempos de Robert Gueï, subió al 2,4%, acompañado de una mejora en el terreno social. El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional no tardaron en felicitar el equipo de Gbagbo por este ligero saneamiento de la economía. En el plano interior, los marfileños se dan cuenta de la gran innovación en el poder. Por primera vez, en Africa negra, se asiste a la presidencia no de un hombre solo, omnipotente y autoritario, sino de una pareja, una pareja moderna sin complejos cuyos miembros, el presidente y la primera dama, son los primeros en dar ejemplo de lo que pregonan. En el plano exterior, se da a entender a París que ”le Vieux” ya ha muerto, y con él toda la vieja generación de los tiempos coloniales. La nueva generación en el poder está constituida por intelectuales y universitarios, que no tienen ningún tipo de complejo ante los franceses. Francia ya no es la madre patria sino un ”partenaire privilégié” (un interlocutor de primer plano). En la ONU, Yamusokro ya no vota lo que elige París sino lo que reclaman los intereses marfileños. Costa de Marfil, al mando de una nueva generación de intelectuales, extiende a Francia la carta magna de su nuevo credo: la desconexión, ”l´Afrique d´abord” (primero Africa). Este giro de la política marfileña se interpreta en París como una afrenta y una ofensa a la ”misión civilizadora de Francia” que se debe desagraviar.

EL ENFRENTAMIENTO
Los disturbios que se registran hoy en Costa de Marfil son el resultado de una operación de desestabilización urdidA por Francia para resolver la ecuación Gbagbo. En París se reprocha al presidente marfileño de haber sido designado por su propio pueblo en unas elecciones libres, de ser un hombre honesto y culto, de ser popular en su propia tierra y de presentar un proyecto concreto y soberano para su país. En suma, todo lo que Francia no permite a sus súbditos africanos. El presidente francés, Jacques Chirac, en persona, prefiere codearse con viejos dictadores de la talla de Eyadema, el togolés, de Bongo, el gabonés, o de Sassou Nguesso, el congolés. La súbita llegada de un demócrata puro, sin crimen de sangre entre las manos ni dinero robado en los bancos suizos, molesta sobremanera al jefe de Estado galo cuyo nombre aparece en varios expedientes judiciales como cabeza visible de una red de malversación de fondos públicos que ha estado funcionando durante más de veinte años. Por este motivo su antiguo jefe de gabinete y amigo íntimo, Alain Jupé, acaba de ser condenado a 18 meses de prisión y un año de ineligibilidad, por ”usufructo ilegal y engaño al pueblo francés”. Jacques Chirac ”l´escro”no soporta a Laurent Gbagbo ”le pur”. A la enemistad personal, se suman los inmensos intereses franceses en el territorio marfileño. Las grandes empresas francesas: Bolloré, Bouygues, Edf, Télecom, Générale des Eaux, etc, tienen su sede operacional en Abidjan. Millones de franceses viven de la economía de Costa de Marfil. En tiempos de paz, Francia dispone de un cuerpo de ejército de 4.000 elementos permanentes en el territorio marfileño, con unidades especiales de tierra, mar y aire. En tiempos de guerra, como es el caso actualmente, estas unidades reciben un refuerzo especial de la metrópoli. Las hostilidades empezaron el 19 de septiembre de 2002, aprovechando la ausencia de Laurent Gbagbo, en visita comercial en Italia. Un grupo de militares próximos al general Gueï, tras asesinar al ministro de interior, intenta tomar por asalto la presidencia de la República, siendo inmediatamente neutralizados por los soldados leales al jefe de Estado. En el mismo momento, varios grupos rebeldes integrados por una soldadesca heterogénea compuesta de liberianos, sierraleoneses y, sobre todo, burkinabes, se amparan de la región norte del país conquistando las ciudades de Buaké y Sorhogo. Según los acuerdos de defensa entre Costa de Marfil y Francia, el ejército debía intervenir inmediatamente cuando se verificó la nacionalidad extranjera de muchos combatientes. Sin embargo París guardó silencio inmovilizando a sus tropas, hasta la toma de posición de la Unión Europea, el 21 de noviembre de 2002.
Entonces se obligó al jefe de Estado marfileño y a su gobierno legalmente constituido a negociar con unos rebeldes cuya legitimidad radicaba en el poder de las armas. Desde entonces la guerra continúa. El caso de Costa de Marfil demuestra la dificultad de una práctica política de la ”desconexión” en Africa.
Se tiene que ir hasta las armas para defender esta opción soberana y africanista. Un escenario parecido tiene muchas probabilidades de reproducirse en Gabon, muerto Omar Bongo.

Joaquín Mbomío Bacheng,
periodista y co-fundador de Periodistas Independientes.


Fuente: propia

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