A todos los que hemos vivido de cerca en diferentes circunstancias la situación en Guinea Ecuatorial, no se nos pasa desapercibido un detalle muy a tener en cuenta en los últimos años: el silencio informativo que se mantiene alrededor de ese país.
El silencio, es un elemento del cual han sacado muchas ventajas los régimenes dictatoriales a lo largo de la historia. Gracias al mutismo de la administración de un país que obliga a sus ciudadanos con represión a mantenerlo, se puede actuar con total impunidad y lo que es peor, quiere a la fuerza bruta, mostrar que esa es la actuación idónea y legítima del Estado y que ésta sea acatada y bien vista por los gobernados. Nada más lejos de las normas que deben presidir un Estado de Derecho.
Los silencios en cuestiones de Estado o de Gobierno sólo propician pobreza en todos los sentidos. Comenzando por los derechos de todo ciudadano a saber en cuestiones que afectan a su presente y futuro y también- para no caer en la misma piedra-, su pasado. El secretismo que pretenden y mantienen los gobiernos-
mucho más los de tinte totalitario-, sólo pueden encerrar factores contrarios a la equilibrada convivencia y justicia en la que deben desarrollarse los pueblos.
No me opongo a que determinados asuntos sólo sean del conocimiento de los partidos que conforman un Parlamento emanado de la voluntad popular en unas elecciones libres. Pero que un Gobierno fruto de sistemáticos comicios fraudulentos con coacción, represión y todo tipo de vejámenes a la disidencia y a los electores esgrima tal argumento es cuanto menos trágico y censurable y por supuesto no digerible para cualquier mortal que crea en el derecho inalienable de la libertad del ser humano.
Todo individuo tiene el derecho a saber los resultados de las explotaciones de las materias primas de su país; todo individuo debe saber a qué se destinan los ingresos del Estado; todo individuo tiene el derecho a disfrutar de un poder judicial independiente y al conocer que se transgreden estos derechos a otros ciudadanos, poder investigar, recibir información y opiniones y el de difundirlas, sin limitaciones de fronteras, por cualquier medio de expresión.
Estos derechos, lamentablemente, no son respetados en Guinea Ecuatorial y el que quiere ejercerlos se ve abocado a las situaciones más extremas que puede experimentar un ser humano. Consecuencia: el silencio, la impunidad en las actuaciones del Gobierno que no trata por igual a los ciudadanos, siendo un pequeño sector de la sociedad guineana quien se beneficia de ciertos privilegios, (sólo lo que permite la magnanimidad del presidente Obiang).
Muchos se preguntan cómo ésta conducta gubernamental puede seguir mantenida en el tiempo, (25 años), sin apenas contestación. Los hechos de represión que nos llegan -con cuentagotas-, tienen la respuesta. Para que se mantenga el silencio hay que reprimir y eso es cosa cotidiana y que respira en el ambiente la sociedad guineana. Mientras, el Gobierno se esfuerza, eso sí, en demostrar o dar a entender que si no se genera información en el país es porque no pasa nada. Y sí pasa y mucho. Muestra de ello son las extensas listas de detenidos y torturados, sin contar con otros nombres que se mantienen silenciados o cuyo paradero se desconoce.
La denuncia y la posterior publicación de las ilegalidades de un gobierno, es un buen camino para ganar la libertad. El miedo y el silencio, las peores de las opciones para los pueblos que tienen el deber, la obligación, de salvaguardar y defender sus derechos por encima de cualquier circunstancia.
Fuente: PERIODISTAS INDEPENDIENTES
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